lunes, 19 de mayo de 2008

På Gjensyn!

Mi tiempo en Noruega ha llegado a su fin. Se acaba.
Un cúmulo de ropa que sobresale desafiante desde mi maleta me vigila mientras tecleo la que será la última entrada de este blog. Buf, y pensar que lo empecé hace nueve meses...¿dónde se han ido?
Ayer fue el dia nacional noruego y las calles se llenaron de alegría, miles de personas vestidas con los trajes tradicionales, como pequeños fugitivos que hubiesen aparcado la máquina del tiempo a la vuelta de la esquina. Bullicio, bandas de música con bombín, norias, barracas, tiro al blanco, perritos pilotos de ojos rojos que caminan frenéticamente en la tapa de una caja de zapatos, niños, interminables tiras de golosinas de colores que no tienen nombre, rollitos vietnamitas en lugar de churros, tómbolas silenciosas y cucuruchos de papel en vez de palos para enroscar el algodón de azucar.
Todo el mundo estaba contento, banderas de Noruega por todas partes y tú no podías despegarte la sonrisa de la cara, que ya hasta te dolían las comisuras de los labios, porque en lugar de aire había alegría.
Es un país brillante, acogedor, inóspito, duro y hermoso hasta doler y al irme sólo siento como si estos nueve meses no me los hubiese pasado en una ciudad, sino dentro del corazón de algún gigante, quizás de ese que llamamos Tierra. Como si su silencio, su tranquilidad, su tímida alegría y su profundidad no fuesen más que el reflejo exterior de un mundo interno que yo desconocía, o del que quizás nunca me había dado cuenta, tan ocupada como estaba esquivando coches y esperando metros.
Y hoy volví a subir al monte Floyen, igual que lo hice en mi primera semana en esta ciudad. Pero la vista que me devolvió ya no era la de un territorio por explorar, sino la de algo muy mio, unas calles muy personales, una historia muy propia. Y me da pena marcharme, pero como una pena honda, como perder la inocencia para ir madurando, a pesar de que sabes que jamás sera igual, pero que es imposible e insano retenerlo.
Así que supongo que me voy feliz, aunque no contenta. Satisfecha, porque esta tierra me ha dado todo lo que yo vine a buscar sin saberlo. Plena, porque no soy yo la que decide que ya está todo dicho, sino que es Noruega, que es el Erasmus, que son los árboles verdes y el cielo azul, y los primeros rayos de sol a las 4 de la mañana, los autobuses, las monedas agujereadas, el deslumbrante reflejo del agua y el frío y zumbante viento en mis oídos diciéndome que soy libre, que todo está a apunto para echar a volar.
Yo sólo puedo aceptarlo, y no me será dificil porque sé que es la decisión de una sabia y vieja tierra, que es la decisión del corazón del mundo, quizás del mio propio.

viernes, 21 de marzo de 2008

Oslo, impresiones generales...

Pues que me he equivocado de ciudad, que le vamos a hacer.
Bergen es muy bonito, es muy cuco y es como Oviedo, muy aseado y de una belleza complaciente, pero Oslo, siendo fea, gris, cuadrada y grande tiene un encanto, un pulso, un ritmo, bueno, bueno, bueno, que me ha encantado.
Antes de nada tengo que aclarar que las visitas me invaden, y eso tiene una parte muy pero que muy buena que es que me obligan a salir de casa para hacer turismo, así que por mucho que le pesase a mi bolsillo me fuí 3 días a Oslo con una amiga.
Tres días (que en realidad eran dos, porque llegabamos muy tarde por la noche) intensos que, la verdad es que no dan para ver la ciudad aunque nosotras lo conseguimos a base de mucho café y grandes madrugones.
Os hablaré primero del movimento nocturno por eso de que el primer día llegamos ya a las 23 y ese fue nuestro primer contacto con la ciudad. Bueno, que os voy a decir, pues gente por la calle, bares llenos (era martes), gente abierta que incluso te hablaban aunque no te conociesen!! bueno, bueno, incluso había más de un bar del mismo estilo, con lo cual, podías salir de un bar y meterte en otro! En fin, una serie de lujos a los que nosotros, humildes juerguistas de Bergen, no estamos acostumbrados.
Pero la vida nocturna de Oslo no es tan siquiera comparable a la vida diurna. Qué gozada. Voy a hablaros de dos clásicos de Oslo: Vigeland y Munch. Es como ir a Barcelona y hablar de el Parc Guell y de Dalí pero mira, a cada uno lo que le impresiona.
Primero Munch.
De Munch se ha escrito de todo y más, y se han reproducido sus cuadros a diestro y siniestro, se han caricaturizado (la máscara de Scream y la cara de Macaulay Culkin en sólo en casa están inspiradas en su cuadro más famoso) y distribuido por todas partes del mundo, se han robado y copiado, se ha especulado y todos hemos visto, al menos, ese cuadro El Grito.
Pues el caso es que después de salir de la Nasjonal Galleriet tenías la impresión de conocer al tal Munch, de haber estado durante una hora en su corazón y en la yema de sus dedos, en lugar de en una sala de museo. Es impresionante.
El Grito, tantas veces visto, hizo que se me saltasen las lágrimas cada vez que me atreví a mirarlo. De un dolor sobrecogedor, el color del cielo, las pinceladas eternas, el mundo de sombras que se desvanece y la indiferencia de las figuras lejanas, todo, o nada, o yo que sé, le comprendías y no porque hiciese referencia a un sentimiento que todos hemos tenido y el artista conseguía hacerte aflorar, no, nada de método Stanislavsky, aquello era, por unos segundos convertirte en Munch y sentir a través de su piel. Y dolía.

Pero lo mismo pasaba con El Beso. Un segundo de intimidad, una pincelada cortita como si fuesen susurros de color, una sensación de comprender el inicio del enamoramiento, que sabías que no era tuyo, que era de ellos, tú sólo los veías, y te sonreías al contemplar una felicidad inocente en la que el mundo no existe y cuesta diferenciar a uno del otro. Ahí te sientes Munch. Y es dulce.


Y luego La Madonna y La mañana Siguiente, entiendes cómo Munch adoraba a las mujeres como quien adora a un ser extraño por el cual está fascinado. Porque no las entendía pero las venerabas así, en sí mismas, en su intimidad, viéndolas desde fuera, sin otorgarse a sí mismo ninguna importancia en esa fascinación. Al verlos entiendes a Munch. Y le respetas.





Y muchos otros cuadros, en los que comprendes que no culpa a las mujeres ni las pinta como la caja de pandora de toda relación, como habitualmente se oye por ahí. Simplemente expresa el sufrimiento que una relación humana puede llegar a causar, la infelicidad que embarga a esas dos personas unidas por ¿amor? ¿necesidad? quién sabe...Y sientes como Munch. Y sientes lástima.
Pero luego, tras multitud de cuadros oscuros, de dolor, de sufrimiento... Llegan sus cuadros de madurez, de vejez. Llenos de colores, con pinceladas largas, pero ahora alegres, con formas difusas, con grandes espacios en blanco, simplemente como si la vida fuese un sueño, nebuloso, pero lleno de energía y de alegrías. ¿Chocheaba Munch? Muy probablemente, pero te dejaba un regusto de esperanza, ya no temía a la muerte, ni al dolor, simplemente se alegraba de la vida, que al fin y al cabo es lo único que podemos hacer.
Bueno, perdonad que me ponga poética, pero realmente le recomiendo a todo el mundo que una vez en la vida se enfrente a una sala llena de cuadros de Munch, sin prisa, y luego ya hablaremos de poesía.

Y luego Vigeland. Otro que tal baila. Es menos famoso que Munch, pero deu n'hi do, que dirían los catalanes. De Vigeland hay miles de millones de estudios, y mucho más de su parque, a las afueras de Oslo, cientos de hectáreas de terreno con un corte majestuoso, casi de estado totalitarista, y salpicado aquí y allá con 210 estatuas del tal Vigeland.


Es un canto a la vida, miles de figuras humanas, recias, cuadradas, de grandes manos, en posiciones totalmente cotidianas, nada de poses, nada de artificio, sólo amor, odio, ternura, preocupación... Puedes reconocer toda una historia, tan sólo por un gesto. Cuando pasas entre ellas, grandes moles de granito, casi les pides perdón por perturbar su momento íntimo congelado en el tiempo.


En medio del parque un gran monolito de granito construido con cuerpos entrelazados se eleva hacia el cielo. Un símbolo de triunfo tan característico, que ensalza la vida y al género humano, sin importar sexo o edad, donde todos los cuerpos unidos unos a otros nos recuerdan que no hay tantas diferencias, que todos formamos parte de la misma locura de vida. Y a su alrededor cientos de personas de granito, niños, abuelos, jóvenes, padres e hijos, jugando, susurrando, amando, recordándonos la gran cantidad de facetas de ese ser precioso que llamamos humano.

Y luego, por aquí y por allá, el círculo, el cadrado y el triángulo, las estructuras geométricas básicas que constryen el trazado del parque. Una vez más personas, desnudas, grandes y pequeñas, enfadadas, tristes, alegres, serias, imperturbables y ajenas a todo, pero entrelazadas hasta la fusión, como ocurre en la vida.

Al pasearte por el parque de Vigeland sales con la sesanción de que la vida es algo más de lo que vives cada día, sólo que se te olvida. Que es maravilloso que seamos tan diferentes pero que al mismo tiempo tengamos tantas caras y nos necesitemos tanto los unos a los otros, porque eso sólo significa en el fondo, que formamos parte del mismo monolito de piedra esculpida.

En fín, en Oslo hay muchas más cosas que ver, mucho más que sentir, pero tampoco voy a hablaros del teatro que vio crecer a Ibsen, ni de su casa, ni del parlamento o la casa real con su cambio de guardia incluida... Todo eso os lo dejo a vosotros, para cuando os acerqueis a una pequeña ciudad con mucha vida, en todos sus sentidos.

lunes, 11 de febrero de 2008

Y cabrachos por todas partes...

En clase de Noruego nos han enseñado una canción que, por lo visto, es muy conocida y amada entre los habitantes de esta ciudad. Está escrita y cantada en el dialecto de Bergen, por ejemplo, el título, Eg ve te Bergen, en noruego oficial se escribiría Jeg vil til Bergen y significa literalmente "Yo quiero (sobreentiéndase ir) a Bergen". El caso es que me ha gustado y, aunque no rime, puess os voy a escribir aquí lo que sería la traducción a castellano. Y sin más preámbulos...

Quiero ir a Bergen, quiero ir a Bergen siempre
Porque allí estoy como pez en el agua
Húmedad y frío y cabrachos por todas partes.

Es posible vivir sin el Brann (el equipo de futbol, ¿os acordais?)
Sin la banda de tamborileros (típica)
Amo el buen tiempo
Amo la ropa seca
Pero así y todo canto siempre que puedo:

Quiero ir a Bergen, quiero ir a Bergen siempre
Porque allí estoy como pez en el agua
Húmedad y frío y cabrachos por todas partes.

Hay mucho que ver, no es eso.
No echo de menos el Fish Market,
ni el Lakservagferden (un barrio), no,
pero mi problema es que quiero ir a casa.

Echo de menos a alguien para hablar.
Allí puedo hablarle a alquien sin que explote
porque habla tanto como yo.

Quiero ir a Beren, quiero ir a Bergen siempre,
Porque me siento como pez en el agua,
Humedad y frío, y cabrachos por todas partes.

.....para escuchar, malamente, un trocito de la canción....

Bueno, aquí la teneis, y quiero comunicaros que es la mejor descripción del sentimiento de un culo moyao lejos de su tierra, porque en el fondo, somos muy parecidos. ¡Y cabrachos por todas partes!

viernes, 8 de febrero de 2008

El Rock duro en Noruega

Empezamos a sospecharlo cuando fuimos a Tromso, en el famoso Bla Rock Bar, y ahora cada vez estamos más y más seguros... pero para poder explicaroslo como dios manda es necesario contextualizar un poco.

Voy a describiros físicamente al adolescente medio noruego (digamos de entre 13 y 25, que aquí se independizan ligeramente antes) en sus vertientes más abundantes.

Para ellos tenemos, como no (viva la globalización), los pantalones ligeramente anchos cuidadosamente caídos dejando entrever unos calzoncillos que cuestan más de lo que gano yo en un día de trabajo. Cuidadosamente acompañado con una prenda que llamaré "chaqueta" pero que viene a ser una imitación de cazadora impermeable pero que todos sabemos que deja escapar todo el calor corporal y que no es nada más que para fardar de marca. Esta "chaqueta" también les baila en sus delgados cuerpos de adolescente, mismo tallaje que los pantalones. Para culminar el atavío tenemos los pelos de una longitud incómoda, esa a la que las madres españolas te piden una cita a la pelúquería por cuenta propia, sólo para quitarte el pelo de los ojos, cuidadosamente despeinados y engominados como si de una fiesta de vectores pringosos se tratase. Indispensable el "algo" que cubra la cabeza, ya sea un pañuelo de esos de presidiario americano atado a lo pirata o un gorro de esquiar que se calan sólo hasta la mitad consiguiendo el llamado "efecto condón". Eso por el lado masculino.

En cuanto a ellas, es aún más interesante. Tenemos la versión sport que consiste en pantalones de chadal de algodón anchos, siempre grises, calcetines por encima de las perneras de los pantalones, a lo Tintín (costumbre ocasionalmente también adoptada por ellos, que tiene su lógica si pensamos en la meteorología bergeniana-bergense). "Chaqueta" más entallada que la masculina que finaliza a la altura de la cintura y pelo completamente despeinado. Y no digo cardado, digo despeinado y cogido en una coleta, como si viniesen de pelearse de la que hacían aerobic, vamos. Maquilladísimas, y el dato indispensable: un bolso gigantesco, mucho más grande que ellas (que así en general no es que abulten mucho, dicho sea de paso) que por cierre tiene una corona del tamaño de un puño repleta de brillantitos, horterísima.

La versión de fiesta es un poco más parecida a lo que se puede ver por Gijón un sábado. Así y todo existe una tendencia creciente hacia los vestidos de enana premamá (muy anchos pero muy cortos) y las sandalias de tacón (lo cual ya rompe con la lógica de los calcetines sobre los pantalones y la meteorología).

A todo esto hay que añadirles los guays, los enteraos, los neoprogres, los gafapasta, los topetrash... Esos son iguales en todos lados y no hace falta que os los describa (vaqueros entallados, camisetas con diseño-frase ocurrente aserposibledelos80, zapatillas Vans en todas sus variantes, pelo setentero...). La única particularidad que tienen aquí estas personas es que son los únicos que llevan palestino. En fin...

Bueno, ahora que ya estais situados quiero que os imagineis a esa gente a vuestro alrededor. Porque abueletes ves pocos, trabajadores tampoco abundan porque, extenuados, se pasan el tiempo en sus casas-paraíso de IKEA... Así que las calles, los autobuses y por supuesto, la vida nocturna está tomada por esa gente. Rubias y más rubias despeinadas con coleta, "chaquetas", "chaquetas", calzoncillos caros, bolsos grandes, por todas partes. ¿Os lo imaginais ya?. Nosotros ya estamos a costumbrados, pero con nuestra mente sencilla, ante tal espectáculo pasamos a clasificarlos a todos como "pijos- fiesteros" y no se hable más.

Pues no señor.

Ayer había un concierto gratis, y si es gratis, se va, así sean los del Río. Bueno, los del Río no serían, pero eran dos que parecían sacados de una peli de los Cohen, guitarra y batería, con mostacho y camiseta interior blanca... El caso es que era rock duro aquello que tocaban, bastante duro de hecho, una especie de heavy con un toque de country (por lo de las caras de farmers que tenían) y el local, "fashion-guay" donde los haya, lleno de la gente arriba descrita gritando, cantando las canciones a voz en grito, las chicas con esas sandalias de tacón saltando como energúmenas ante las sacudidas de cuerdas de la guitarra, los chicos empujándose unos a otros como posesos sin temer ni un segundo que se les cayesen esos pantalones tan estratégicamente colocados...un espectáculo digno de ver.

Así que nuestra teoría, aquella que elaboramos en Tromso, se ve confirmada: aquí todos son rockeros duros y luego, cada uno se interesa más por el estilo de música que más le guste, pero el rock es la base. En España, todos nos sabemos al menos el estribillo de las canciones de Shakira, por ejemplo, aunque luego lo tuyo sea el Rythm and Blues. Pues aquí todos se saben Metallica, y luego ya se irán definiendo.

¿Y eso en qué posición deja a nuestros "pijos-fiesteros"? ¿Son realmente heavies camuflados? ¿Es gente que ama el rock duro pero se ve influenciada por la MTV? ¿O son pijos-fiesteros que les gusta el rock duro? (lo cual sería como admitir que a un león le guste la lechuga). Aún no lo sé, pero intuyo que es una de esas contradicciones noruegas que permanecerán inexplicables para los erasmus por los siglos de los siglos.

martes, 29 de enero de 2008

Inmersión cultural y caída de tópicos...

A ver, siendo sincera todavía me quedaba la última entrega del diario de viaje por transcribir, pero ahora mismo (depsues de más de un mes, casi dos, porque mi ritmo de actualizaciones no tiene perdón de dios) puess Tromso me parece algo lejano y antiguo y estoy mucho más emocionada con las recientes adquisiciones de mi vida cotidiana, que a vosotros os importarán mucho menos, pero sus aguantais, que pá algo soy yo la que escribo el blog, chincha.
Pues el caso es que ya tengo casa (aliteración del fonema "cas") a más o menos 45 minutos a patita del centro de Bergen, que es mucho para ser Bergen, pero yo estoy encantadísima. La cuestión es que después de las inmensas vacaciones que me tomé llegué a este país sin nada y llena de cajas y maletas repartidas por todas las habitaciones de mi antigua residencia de estudiantes... vaya, un caos vital, como viene caracterizándome desde años ha.
Desde el primer día a buscar casa, y creeme que no es tan fácil. La mayoría de los e-mails que envié ni me los respondieron, y de las respuestas que recibí sólo dos me decían que podía pasar a ver la habitación.
Mira, una de ellas estaba en pleno centro de la ciudad y era muy muuy baratita... pero es que menuda gente. Noruegos de 20 años, gente sin formar en cuanto a caracter... he visto amebas con más reprís, en serio. Uno ni me miraba, ya no digo hablarme, como si le fuese a morder o algo. Y yo más cortada que los brazos de un emo. Imaginate, la casa por no tener no tenía ni salón, cosa que por lo visto no es tan rara en este país donde la gente sale de su habitación para cubrir las necesidades primarias, pero lo de relacionarse con sus campañeros o incluso otros seres humanos lo ven como algo meramente anecdótico, o vaya usté a saber.
El caso que no, que no, que de ninguna manera. Mis raices latinas, si es que alguna tengo, me piden a gritos hablar con la persona que ronca en la habitación de al lado, manías que tiene una. Así que esa casa-chollazo desechada.
Y luego viene la "madhouse" (casa de locos) como sus propios habitantes tienden a llamarla. Al entrar ahí crucé los dedos para que me llamasen, y así fue... y bien contenta que estoy. Es una casa de esas, de las típicas noruegas. El piso de arriba está alquilado a una gente, que por lo visto son los fiesteros que tienen hasta un bar (eso me han dicho, yo nunca he subido) y luego el del medio y el de abajo somos "nosotros": los locos. Entras y... tras dejar los zapatos (costumbre noruega imprescindible que me encanta y cumplo a rajatabla) tienes un saloncito chiquitito, mi habitación y la de otro compañero, grandes en espacio y ventanales, y la cocina... y en el piso del "subsuelo" la habitación de un marine de la armada noruega que todavía no conozco porque está en alta mar y la de otro chico al que casi no he visto porque se pasa el día con su novia, que vive en el piso de arriba (el del bar). Ah, claro, y el baño-vater y el baño-ducha, que aquí se ve que también los separan.
Bueno, yo estoy encantada, y ya habeis visto que todavía no conozco apenas a más de la mitad de los inquilinos, pero da igual, porque por lo poco que he convivido con el único de ellos que se deja ver, he descubierto que noruega no es lo que yo había pensado en estos 6 meses, y esto no es más que el principio.
Por un lado, ya se me ha estado quejando (sí, sí, quejando, cosa que pensé que los noruegos no hacían... pues mira) de los impuestos que tienen que pagar al estado, que van de un 30 a un 60%, y que les deja su supersueldo noruego en un sueldo corriente y moliente español que dice que tampoco es que les de pá muchas cosas. Además dice que el sistema educativo se está devalorizando muchisimo aquí, porque para qué estudiar y endeudarte (dice que paga 500 euros de deuda por estudiar y que le dan 600 euros desde el estado, con lo cual tampoco puede vivir aquí, como usted comprenderá) pudiendo trabajar en algo que no precise una licenciatura y hacerte de oro en vez de pasarte la vida de becario haciendo fotocopias. A mi esta historia me sonó muchisimo a todos los discursos que oyes por todos lados en España, así que en tan sólo un par de horas de conversación sofaril he decidido que Noruega no es cómo yo me lo imaginaba. Además, a eso hay que añadirle que todo esto, y mucho más, me lo contó el chicarrón éste del norte, ¡voluntariamente! y se mostró muy abierto y campechano, haciendo preguntas y de todo... vaya, mucho más majo que mucha de esta gente de países "cálidos" que se tiende a presuponer "abierta"... Impresionante.
Así que no se, mi visión de Noruega está cambiando, y eso que llevo dos días en esta casa... Supongo que al final tendré que aceptar que, por mucho que a mi me encante generalizar, en noruega hay de todo, como en todos lados.

sábado, 22 de diciembre de 2007

Transcripción del diario de viaje III...

Qué pasada.
Es increible. La nieve parece granizo, lo doméstico se convierte en salvaje, el amor se esconde tras la dureza, los paisajes rudos... y esa es la mejor noticia.
Hoy hemos guiado durante una hora un trineo tirado por perros (huskies mezclados con perros X) y es toda una experiencia. Siete personas españolas, viviendo en Noruega, compartiendo naturaleza y el lado más salvaje de nuestra plácida y plastificada vida con un alemán. Ropa caliente, día lluvioso, una canasta de trineo con pieles, dos esquies, cinco perros, un freno y nmucha sebsación de poder dominar el mundo.
Ahora ya sé que no serviría para esquimal, no sería capaz de depender de unos perros y no permitirme quererlos ni un poquito...porque es lo mejor para todos y tu vida puede depender de ello.
Caerte y ser la persona más vulnerable del mundo, pero sentirte sola en la tundra y superior a aquellos que tienen tu vida en sus manos (¿o debería decir patas?). En definitiva, una buena experiencia.

Huele a tienda de animales, a fuego, a té, a trata de chocolate, a pis de perro... Y aullan. Y están nerviosos. Y saltan. Y quieren salir corriendo. Y tiran. Y están agotados, o al menos cansados, pero están ansiosos por hacer aquello para lo que han sido criados: correr. Es el sentido de su vida y están tan inquietos...Nunca podrías imaginar que hacen tanto ruido, ni que tiran tan fuerte. Se palpa la tensión en el aire crispado, no son perros, son animales, se les trata como tales y sirven para lo que siempre han servido. Y el ser humano cobra cierta importancia, al menos así tiene alguna función.

jueves, 20 de diciembre de 2007

Transcripción del diario de viaje II...

Aquí estamos, en una cabaña cómodamente caótica. En general todo ha sido plácidamente descontrolado. Tenemos una tarjeta de Tromsbuss personalizada con foto, así que nos sentimos un poco más ciudadanas.
Desde luego ésta no es la época del año para la oficina de turismo. Visitamos el museo botánico más septentrional del mundo que nos desconcertó bastante. Al parar con el bus nos encontramos con un gran cartel que nos indicaba una ruta a pie hasta el jardín en cuestión. Eran las 4 de la tarde y aquello estaba tan oscuro como el lado de la fuerza del Darth Vader y, obviamente, con la nieve que levantaba casi un palmo del suelo puess lo de encontrar el sendero se hacía más duro que de costumbre. Confiando en la amabilidad de extraños, seguimos unas huellas en la nieve a través de un oscuro bosque desnudo y llegamos al jardín botánico. Nos dimos cuenta por el gigantesco cartel que nos daba la bienvenida al susodicho, pero allí el único rastro de plantas eran los cartelitos con largos nombres en latín ( imposibles de leer, obviamente, porque era de noche cerrada). Pero así y todo era impresionante, y no por nada, sino por todo.
También fuimos al museo de arte (kundstmuseum) pero vaya, decepcionante, porque tú dirás... todos los pintores románticos noruegos se parecen peligrosamente a los cuadros que cuelgan los abuelos de grandes paisajes y cascadas salpicantes congeladas en el tiempo, vamos, una pena.
Así, resumidamente, llegamos, después de mucho deambular, a nuestra pequeña gran mansión. Es una especie de barracón en el mejor sentido de la palabra. Es precioso. Muchas casitas de colores de madera (para variar) todas iguales e interconectadas. Pero aquí les cuidan: que si sauna, que si todo nuevo, que si habitación para invitados por 100 nok/noche, que si lámparas para sustituir las vitaminas solares, que si pastillas con el mismo fin, que si universidad conectada por túneles subterraneos y estudiantes descalzos... Vaya, que esto es la noruega profunda. Y ayer (tercer día en Tromsø) nos empeñamos en ir al funicular que nos habían dicho que tenía unas vistas magníicas desde arriba. Eso supongo que nunca lo sabremos, porque, contradiciendo la información de la oficina de turismo y de la guía de viaje puesss... estaba cerrado. Así y todo el entorno era apasionante. Ni un ruido, ni un movimiento... sólo nieve. Nieve, nieve blanca, engañosa, blanda y dura, suave y fría. Se extiende ante tí por todas partes como una hoja en blanco donde escribir tu historia. Y yo siempre le he tenido un poco de respeto a la página en blanco. Porque no puedes hacer cualquier cosa, mejor piensa dos veces cuáles serán tus pasos, a dónde te diriges y por dónde irás, porque aunque tú te hayas ido, tus huellas quedarán ahí, en la nieve, hasta que otra nube tenga a bien borrarlas con un nuevo manto níveo. Tus huellas podrá ayudar a otros mostrándoles el camino, sirviéndoles de apoyo para no resbalar... pero también dirán mucho de tí, de lo que hicíste, de qué pensaste, de cómo lo hiciste... revelando incluso aquello que tú no querías decir. Y lo dejarás ahí escrito. Por eso vale la pena ser cuidadosa en cada movimiento, porque cada uno de ellos tiene su importancia.
También visitamos la Artic Cathedral, pero vaya, ni mención merece. Conocimos a una noruega enamorada de España (para variar) en la parada de autobús que nos invitó a ir a verla bailar swing a un bar esa misma tarde.
Pero no pudimos porque llegaron el resto de las viajeras y prefirieron quedarse a descansar.
El caso es que no paró de nevar y ahora ya no te resbalas (tanto) en la calle, pero hace más frío y un viento afilado que corta tus extremidades.
Y yo tan contenta de haber venido en ésta época del año. Cualquier otra temporada hubiese sido un dulce engaño. De esta manera tal vez no podemos ver ningún museo, pero la misma ciudad y la naturaleza se convierten en un museo viviente. Se respira la navidad, que aquí no parece falsa ni consumista. Se respira tranquilidad, silencio...incluso la fe se convierte en un elemento básico de la vida cotidiana cuando tienes que esperar el autobús en una calle llena de casas aparentemente deshabitadas, sin ningún ser humano hasta donde llega la vista, tan sólo oscuridad y nieve, blanco y negro y una señal de "bus stop"... y así y todo esperas bajo el frío invernal porque tienes confianza en que en algún momento las luces de un autobús aparecerán a lo lejos rompiendo la oscuridad de la calle desierta.
Después de dormir ayer, hoy les hemos dado una pequeña vuelta a las nuevas guiris. Antes de reservar la super excursión de mañana: perros tirando de trineos, y de visitar el museo de la universidad (bastante bueno, por cierto) pues hemos llevado a cabo nuestra mayor hazaña: hemos caminado sobre un lago helado.
El cielo era rosa, como puede llegar a serlo la camiseta de sábado de una adolescente, y allí estaba el sol. Increible pero sí, se pasó para saludar. Las montañas intentaban ocultarlo, avergonzadas por lo chillón de un cielo tan habituado al azul, en sus distintas tonalidades.
Y allí estabamos nosotras, en medio (en realidad, más bien hacia la orilla) de un lago helado y nevado.
Jamás había sentido una descarga de adrenalina, una sensación tal de jugar con fuego como cuando pisé por primera vez esa superficie helada. Al menos ya sé lo que sintió Jesucristo cuando caminó sobre las aguas, y mola.
Después, museo de la universidad de tromsø, que tenía un montón de información y gráficos y muñecotes y trajes samis de colores. Ahí nos hemos enterado de las causas y efectos de las auroras boreales. Eso sí, en la realidad nasti de plasti. Así y todo no perdemos la esperanza.