viernes, 24 de agosto de 2007

Apningskonsert

Desde la facultad de Humanidades (que no se por qué regla de tres es la mia) nos han comunicado que hoy en el Logen Teatre, situado en la plaza de Ole Bull, había un concierto "gratis" (palabra del noruego que en español quiere decir gratis).
Claro, eso aquí no es nada normal, aquí las bibliotecas públicas te cobran cuando te retrasas en devolver un libro y los conciertos de grupos de quinceañeros con espinillas muy lejos de ser conocidos cuestan en torno a unos 10 euros y subiendo. Así que ante la oportunidad de un concierto gratuito sin importar cómo ni de qué, hay que ir.
En este caso era el concierto de bienvenida de la Griegakademiet, y con saber el nombre ya sabeis tanto como yo de ella.
La sala de conciertos está bastante escondida detrás de un bar donde, parece ser tradición que las personas de edad madura se compren una copa de vino y los jovenzuelos una cerveza para ir bebiendosela durante el concierto. Tampoco me parece mala idea porque viendo lo retraidos que son por estas tierras al menos de esta manera las ultimas piezas las aplaudían con locura.
Me impresionó la forma de empezar el concierto. Salen al escenario los músicos, se sientan, y hasta aquí todo normal. Pero es que en vez de presentar la pieza, o ponerse a tocar, como sería lo propio, de algún lugar a mis espaldas (quedé tan sobrecogida que no me atrevía girarme para no romper la magia) se empieza a oir una voz de mujer, fina y limpia que parecía imposible que saliese de una garganta humana. Cantaba algo que sonaba como a una nana antiquísima, como a una canción de la Tierra Media, una especie de himno de una patria inexistente. El caso es que sin entender ni una palabra me quedé clavada al asiento y de esta manera consiguieron que yo, y el resto de asistentes cerraramos nuestras bocazas.
Tras una presentación en noruego que se me antojó larguísima y de la que solo entendí "folk" empezaron a tocar.
Yo pensé que sabía a qué sonaba el folk, vamos...soy asturiana. Pues desde luego nunca había escuchado el violín del folk escandinavo. En realidad muchas veces dudas que siga una melodía, y roza peligrosamente la disonancia la mayor parte del tiempo, pero consige arañarte el corazón. Los pies son esenciales, marcan el ritmo lento y contante mientras que el sonido del violín transmite una melancolía profunda, una especie de pena honda.
Después de escuchar las cuatro piezas de folk que tocaron (la última con voz, con la misma chica que había cantado al principio para hacernos callar) me dí cuenta de que estaba viviendo en medio de un pueblo que estaba triste, que llevaba siglos estándolo, que han vivido siempre guardandose la tristeza para si mismos, pero que de ese sentimiento eran capaces de sacar una belleza conmovedora. Pensé que quizás ahora la tasa de suicidio es tan alta porque han perdido la costumbre de componer folk.
Tras otras obras entremedio, de otros autores, como Albeniz, etc... llegó el momento que yo estaba esperando: Las obras de Edvard Grieg. Direis, pues que momentazo. Pues sí, porque si en Gijón todo se llama Jovellanos, aquí todo se llama Edvard Grieg. Y yo ya sabía antes de venir aquí que este buen hombre había compuesto Peer Gynt pero no conocía ninguna otra obra suya y ya me estaban entrando ganas de conocer el trabajo de tan ilustrísimo hijo de Bergen.
El caso es que se sube al escenario un jovenzuelo, de los que beberían cerveza si no fuese que está tocando y queda feo, con un traje dos tallas más grande que él (aquí lo de la etiqueta no parece que se lo tomen muy en serio, gracias a dios) pero que fue sentarse en el piano y todo le quedaba perfecto.
Por lo que pude comprobar Edvard Grieg era un ilustre compositor que se veía en la obligación moral de tocar todas las teclas del piano, supongo que para amortizarlo, cosa por otro lado de lo más normal porque si el kilo de tomates cuesta dos euros no quiero saber a cómo estarán los pianos. Eso sí, la ultima que tocó el hombre pequeño del traje grande, una mazurka, me pareció muy bonita, y también ahí se oía ese aire melancólico, cómo si echasen de menos algo que han perdido y que creen que nunca recuperaran.
Pero lo más curioso es que creo que no están desesperazados, simplemente tristes, no hay una queja o un reproche en su música, hay simplemente una pena limpia, muy pero que muy hermosa.
Hoy tengo la sensación de haber descubierto algo del pueblo noruego y creo que les quiero un poquito más.

1 comentario:

Mª Dolores dijo...

Pues había hecho un comentario, pero como no estoy muy puesta en esto del blog, lo escribí antes de registrarme y se me borró. Así que te cuento: te decía que estoy encantanda de poder visitar el pais, la ciudad y conocer a su gente gracias a tí, que si al final no podemos ir será lo mismo. Pero lo mas importante es comprobar lo bien que escribes y lo genial que eres, (que todo se sabe, todo nos lo cuentas tu). Gracias por ser así, por escribirlo, por dejarno asomar y conocerlo. Tus abuelos estarían orgullosos (los estoy oyendo, lo leen cuando yo. Espero llamarte mañana, muchisimos besos Mª Dolores