domingo, 26 de agosto de 2007

Comentarios ociosos para un día ocioso

Voy a tratar un tema poco común y en apariencia poco importante pero que ha marcado mi día de hoy: el cartelismo en Noruega.
Aquí, como en todas partes, hay anuncios gráficos de diversos tipos. La primera diferencia sustancial con España es que aquí las gráficas comeciales (lo siento pero para una palabra cuasitécnica que puedo utilizar me vais a perdonar la pedantería) son buenas y escasas. Nada de grandes vallas publicitarias por todas partes, ni banderolas (típicos carteles que cuelgan de las farolas, muy utilizados en época de elecciones), ni opis (esos soportes publicitarios tan abundantes en nuestro país y tan asequibles a la hora de pegar chicles a la altura de la nariz de la modelo). Aquí he visto contados anuncios gráficos y son de muy buena calidad. Me gusta especialmente uno de una gran librería que para anunciar sus libros a mitad de precio te pone la cara de Ibsen pintarrajeada a bolígrafo, con un parche de pirata en un ojo, los labios perfilados y unas pestañas cual protágonista de la naranaja mecánica. Y lo mejor es que nadie se queja. Vamos, me imagino yo que a algún publicista atrevido se le ocurra perfilarle los labios a boli a Cervantes y ya está liada la polémica, y eso si algún juez no le pide algún que otro año de carcel, por indecente. Así que sí, los nordicos, aquí donde los veis con su cara de perro mojado, son muy iconoclastas y no es escandalizan por casi nada.
El caso es que este tipo de anuncios son muy pero que muy escasos (de hecho haciendo memoria solo recuerdo haber visto 4 anuncios gráficos...intentad contar vosotros los que habeis visto hoy). Pero sin embargo los que son muy abundates son los anuncios "particulares", por así decirlo (aquí ya se me acaban los tecnicismos, qué esperabais con estos planes de estudios modernos). Y no me refiero a los anuncios de "se vende bici en buen estado", que también los hay, especialmente en los ascensores de mi residencia, sino a los anuncios de la programación de los distintos locales -nocturnos- de Bergen. Si bien no hay opis hay bastantes de esas estructuras de cuelgue-aquí-su-anuncio y si no da igual, porque la ciudad entera está empapelada de un montón de carteles, al cuál mejor diseñado, dicho sea de paso, diciendo que pasa hoy en The Hule (la cueva) Montana Bar, Garage, o cualquier otro bar o café de la ciudad.
La verdad es que el diseño gráfico es muy bueno, incluso para anunciar la actuación del grupo más desconocido en el bar más perdido, peeeero el diseño de la información... ay, eso ya es otro cantar. Te dicen quién viene/qué pasa y dónde, y ya. Vamos, que esta gente es tan escueta que no me atrevo a coger un periódico por miedo a que sólo escriban titulares. Nada de precios, nada de horas, nada incluso de direcciones del bar, tú sabes donde está igual que te sabes la tabla del 9, estaría bueno. Y dices tú, bueno, quizás son tan modernos que es que hay que buscarlo en su página web, porque como aquí son tan desarrollados... Pues nada, aquí ningún bar tiene web y estoy segura que de tenerla tampoco dirían mucho más.
El caso es que por culpa de esa manía noruega yo intenté ir a un concierto hoy dos veces para acabar de vuelta en casa mojada y sin haber visto nada. La primera vez llegué a las 21:00 hora zulu tras haber encontrado en una página web que el concierto era a esa hora (porque, por supuesto, por el cartel era más fácil saber la temperatura en Basilea que la hora del concierto). Me presento en la dirección que también había encontrado en internet y me encuentro con que allí no había ni el tato. Una chica, que estaba hablando por el móvil, me dijo rápidamente que el concierto era a las 23 (hora zulu)...
Bueno, no pasa nada, no era una página web fiable y eso es todo. Así que vuelta para la residencia, a cenar algo para volver a bajar dentro de un par de horas. A todo esto los días de sol en Bergen han llegado a su fin y una lluvía constante amenaza con inundar toda la ciudad como si de mi baño se tratase, con lo que entre pitos y flatas una hora más tarde llegaba a casa bastante empapada pero resuelta y resolvida a que yo iba a ver ese concierto aunque tuviese que llegar en el arca de Noe.
Pero es que fue llegar y había un chico muy serio a la entrada, muy concentrado en su papel de guardian del umbral, que me dijo tajantemente que costaba 30 coronas ver el concierto.
Mira... 30 coronas son 3,75 euros, vaya, una chorrada, pero me encontraba tan desesperanzada que me di la vuelta y me volví a mi casa, a verme una peli gratis bajada del e-mule que empieza a la hora que a mi me da la gana.
Pero no penseis que me quejo, eh! (yo? quejarme? si soy la encarnación del espíritu estoico) así puedo contaros todo lo que aprendí de los autobuses en Bergen (claro, tanto parriba y pabajo) y un par de reflexiones y dudas absurdas que te surgen cuando te estas mojando. Pero eso ya os lo cuento en otra ocasión.
El caso es que me sorprende cómo llegan los noruegos a enterarse de las cosas. Porque claro, es imposible que todos tengan un colega que sea amigo del barman y sepa a qué hora empieza el concierto. Quizás, como los aborígenes australianos o los delfines, los noruegos tengan algún tipo de comunicación telepática o por ultrasonidos o algo así, porque si no...En ese caso sólo espero desarrollarlo pronto... anda que no deben ahorrar en móviles ni ná....

1 comentario:

Cristina dijo...

Oye, la verdad es que ahora sólo animarte a que sigas escribiendo, porque me río un montón y me encanta la mirada a la Noruega cotidiana. Gracias. Un besote:

Cris